viernes, 8 de junio de 2012

Ella…


Se vistió como siempre, emprendió su rutina, llegó a su oficina, le abrieron la puerta, pasó como siempre a su puesto de trabajo, notando que muchos la miraban extrañados, saludó y nadie le contestó.
Ella ya sentada en su puesto se dio cuenta de algo extraño pero no logró identificar que pasaba. Prendió el computador, puso la clave de siempre y nada.
Se fijó en las carpetas y no entendió la letra diferente, la ubicación totalmente distinta a como las había dejado el día anterior.
Su jefe le llamó como siempre, entró a su oficina, él la abrazó y lloró, ella quedo extrañada de esa actitud impropia. La recepcionista esperaba en la puerta y le indicó que ya había realizado la llamada.
El jefe le habló de su vida y ella no comprendía aquella apertura, le preguntó si tenía algo pendiente, él indicó que lo único pendiente era la vida y que la disfrutara. Así paso un rato y el esposo de ella entró a la oficina del jefe, le dio la mano, le agradeció y pidió disculpas.
Ella lo vio indignada, él estaba en su trabajo y eso jamás había pasado.
El sólo le pudo decir: amor vamos a casa,  hace más de 20 años que estas jubilada.

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