Se vistió como siempre, emprendió su rutina, llegó a su
oficina, le abrieron la puerta, pasó como siempre a su puesto de trabajo, notando
que muchos la miraban extrañados, saludó y nadie le contestó.
Ella ya sentada en su puesto se dio cuenta de algo extraño
pero no logró identificar que pasaba. Prendió el computador, puso la clave de
siempre y nada.
Se fijó en las carpetas y no entendió la letra diferente, la
ubicación totalmente distinta a como las había dejado el día anterior.
Su jefe le llamó como siempre, entró a su oficina, él la
abrazó y lloró, ella quedo extrañada de esa actitud impropia. La recepcionista
esperaba en la puerta y le indicó que ya había realizado la llamada.
El jefe le habló de su vida y ella no comprendía aquella
apertura, le preguntó si tenía algo pendiente, él indicó que lo único pendiente
era la vida y que la disfrutara. Así paso un rato y el esposo de ella entró a
la oficina del jefe, le dio la mano, le agradeció y pidió disculpas.
Ella lo vio indignada, él estaba en su trabajo y eso jamás
había pasado.
El sólo le pudo decir: amor vamos a casa, hace más de 20 años que estas jubilada.
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