lunes, 14 de octubre de 2013

El Banquete

Una vez una amiga, de esas que se guardan en el corazón para siempre pero que los caminos elegidos separan de la cotidianidad, me comentó que lo más fuerte de su divorcio (pasó cerca de 20 años casada) había sido recuperar su identidad.
Mayor que yo y de paso criada a la antigua al casarse se convirtio en "de ....." así que desde la cédula hasta la mínima papeleta legal que obtuvo en 20 años salió con el "de ..." incluyendo el título de su maestría.
Al decidir divorciarse lo primero que se preguntó era como la iban a reconocer al quitarse el apellido del que sería su ex-esposo. Las batallas legales que le esperarían con el Ministerio de educación etc etc para no tener que presentar la sentencia de divorcio hasta para pedir unas copias certificadas de sus notas en la universidad.
Empezó por el facebook y ahí fue donde sufrio la mayor de las batallas, todo el mundo preguntaba, abiertamente incluso. Después de muchas preguntas decidió escribir esto: "me casé para toda la vida y resultó que toda la vida son 20 años", no se si eso paró el interrogatorio pero si me di cuenta que redujo la cantidad de "amigos" notablemente.
Hoy la recordé porque una compañera se está divorciando después de casi 30 años de matrimonio y comentó hoy en el almuerzo "que increible que el toda la vida fueron 30 años", a lo que otro le contestó el famoso "toda la vida es mucho tiempo" y una tercera agregó que los matrimonios deberían venir como los contratos de alquiler: con fecha de terminación anunciada si una de las partes no quiere seguir con el convenio. De ahí a los siguientes 45 minutos todo fue conversaciones, si se quieren jocosas, de los divorcios de los que estaban en la mesa.
Todo un banquete (al mejor estilo de "El Banquete" de Platón) en donde las conclusiones que pude obtener es que cada uno de los divorcios de mis compañeros de trabajo llegaron a la puerta por aburrimiento; se vieron ellos sometidos a rutinas que los hundieron en el olvido de lo que debe ser una relación amena y lo más variante o divertida posible, se olvidaron de ser esposos por ser padres, se olvidaron que el matrimonio es una sociedad en donde cada socio debe poner el 50% y no el 100%, se fastidiaron tanto de la otra persona que decidieron separarse a pesar de su fiel promesa "para toda la vida".
Todo lo anterior me dejó claro que si los casados no nos inventamos las mil y una para hacer de nuestras vidas algo que mezcle la rutina impuesta por las responsabilidades con cosas divertidas terminaremos exactamente igual: en un banquete celebrando que el amor existe a pesar del aburrimiento que concluye en el desamor.